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La Dieta Mediterránea y Su Efecto Protector Contra la Enfermedad de Alzheimer

  • TITULO : La Dieta Mediterránea y Su Efecto Protector Contra la Enfermedad de Alzheimer
  • AUTOR : Mosconi L, Murray J, de Leon M y colaboradores
  • TITULO ORIGINAL : Mediterranean Diet and Magnetic Resonance Imaging-Assessed Brain Atrophy in Cognitively Normal Individuals at Risk for Alzheimer’s Disease
  • CITA : Journal of Prevention of Alzheimer Diseases 1(1): 23-32, Jun 2014
  • MICRO : Algunos estudios epidemiológicos han señalado que llevar una dieta mediterránea reduciría el riesgo de padecer la enfermedad de Alzheimer. En el presente trabajo, una cohorte de pacientes con bajo cumplimiento de este tipo de dieta tuvo un mayor grado de atrofia cortical (medida por resonancia magnética) en regiones claves para esa enfermedad, en comparación con una cohorte con alto cumplimiento, lo que avala los resultados de los estudios epidemiológicos.

 

Introducción

Cada vez hay más indicios epidemiológicos que vinculan la dieta, uno de los principales factores ambientales modificables, al riesgo de padecer la enfermedad de Alzheimer (EA), la causa más frecuente de demencia. Dado que los síntomas evolucionan paulatinamente a lo largo de años o, incluso, de décadas, se ha acrecentado el interés por identificar estrategias efectivas para prevenir la enfermedad.

Diversos estudios han aportado información acerca de que ciertos patrones dietarios cumplirían una función de protección contra la EA. Entre los posibles patrones dietarios, hay consenso en que llevar una dieta mediterránea (DiMe) se asocia con menor riesgo de sufrir la enfermedad. Más allá de las diferencias regionales, la DiMe se caracteriza por un elevado consumo de alimentos de origen vegetal (frutas, legumbres, frutos secos y cereales), un consumo moderado de productos lácteos, pescado y aves de corral, aceite de oliva como principal fuente de grasas monoinsaturadas, consumo bajo a moderado de vino, bajo consumo de carnes rojas, y muy bajo consumo de alimentos procesados. Se sabe que este tipo de dieta es uno de los más saludables del mundo, y se ha asociado con tasas más bajas de enfermedad cardiovascular, cáncer y mortalidad global.

Sin embargo, a pesar de contar con esta información, los ensayos clínicos no han podido demostrar, hasta el momento, una relación directa entre el consumo de determinados nutrientes y los resultados clínicos. No obstante, parece claro que dichos ensayos no han utilizado marcadores biológicos adecuados como para establecer esa relación.

La EA se caracteriza por la presencia de placas de beta-amiloide, ovillos neurofibrilares y pérdida de neuronas en determinadas regiones vulnerables del cerebro. Estos cambios pueden visualizarse mediante resonancia magnética (RM). Se ha demostrado que la atrofia cerebral puede detectarse por este medio años antes del comienzo de la demencia y que tiene correlación con la progresión de la enfermedad.

Sobre la base de esta información, se diseñó un estudio para investigar la asociación entre la DiMe y la presencia de atrofia cerebral estructural en áreas claves del cerebro (evaluadas mediante RM) en personas cognitivamente normales con factores de riesgo para EA o sin ellos.

 

Métodos

Un total de 52 pacientes cognitivamente normales completaron los exámenes clínicos, de laboratorio y de RM, así como los cuestionarios sobre la dieta, a fin de participar en el estudio. En todos los casos se realizó un examen físico exhaustivo y se confeccionó una historia clínica detallada. Se excluyeron los pacientes con enfermedades que pudieran afectar la estructura o función cerebral, y los que tomaban fármacos psicoactivos. Los participantes tenían una edad comprendida entre los 25 y los 72 años; ninguno de ellos padecía diabetes, era fumador o reunía criterios para obesidad. Asimismo, se calculó el Modelo de Evaluación de la Homeostasis para sensibilidad a la insulina (HOMA-IR), dado que existen indicios de una asociación entre la insulinorresistencia y una reducción del volumen cerebral en regiones relacionadas con la EA. Los participantes fueron divididos en 2 grupos según padecieran o no hipertensión arterial. También se evaluó la presencia de antecedentes familiares de EA de comienzo tardío (familiar de primer grado con comienzo de la enfermedad después de los 60 años) y se obtuvieron muestras de ADN para determinar el estado del genotipo APOE.

La información sobre la ingesta dietaria durante el año previo se obtuvo utilizando la versión de 61 ítems del cuestionario semicuantitativo de frecuencia de alimentos de Harvard/Willett. Se calculó la ingesta calórica y la ingesta diaria para cada una de las siguientes categorías: frutas, vegetales, legumbres, cereales, pescado, lácteos y carnes. Las primeras 5 categorías se consideraron beneficiosas y las últimas 2, perjudiciales. Se asignó un valor de 0 o 1 a cada participante según el puntaje obtenido en cada una de las categorías descritas, así como en otras 2 categorías adicionales: consumo de grasas y consumo de alcohol. El puntaje de la DiMe fue generado para cada paciente como la sumatoria de los puntajes de las 9 categorías analizadas; a mayor puntaje, mayor cumplimiento de la dieta.

Por su parte, se realizaron estudios de RM de carácter diagnóstico y con fines investigativos. En este último caso, mediante el uso de un software específico, se realizó una segmentación volumétrica, una reconstrucción de la superficie cortical y una parcelación cerebral en distintas regiones de interés (RDI). Las medidas del espesor cortical se calcularon en 5 RDI y se seleccionaron por su capacidad de mostrar cambios atróficos tempranos en la EA; entre ellas, se incluyó la corteza entorrinal, la corteza orbitofrontal, el lóbulo parietal inferior, la corteza temporal inferior y medial, y la corteza cingulada posterior. Estas RDI se tomaron por separado para cada hemisferio. El volumen intracraneal total se utilizó como referencia para evaluar posibles diferencias en el tamaño cerebral.

 

Resultados

De los 52 participantes, 20 (39%) presentaban un alto cumplimiento de la dieta (DiMe+) y 32 (61%) mostraron un bajo cumplimiento (DiMe-). No se hallaron diferencias significativas entre los grupos en cuanto a las características clínicas, demográficas o neuropsicológicas, ni tampoco en la frecuencia del genotipo APOE4 o la presencia de antecedentes familiares de EA. No obstante, se observó una tendencia hacia una mayor frecuencia de hipertensión arterial en el grupo DiMe- en comparación con el DiMe+.

En un modelo lineal general de variables múltiples que tomó en cuenta todas las RDI de ambos hemisferios, el grupo DiMe+ obtuvo un mayor espesor general en las RDI vulnerables para EA que el grupo DiMe-. Un análisis post hoc señaló que las diferencias fueron más pronunciadas en la corteza orbitofrontal, la corteza entorrinal y la corteza cingulada posterior del hemisferio izquierdo, y se observó una tendencia lineal no significativa para la corteza cingulada posterior del hemisferio derecho. Las variables como sexo, nivel de educación y antecedentes familiares, no tuvieron una asociación significativa con los parámetros de la RM y no mostraron interacciones con el grupo DiMe. Su exclusión del modelo no modificó los resultados.

Se halló una interacción significativa entre el grupo DiMe y el grupo APOE: los sujetos APOE4- que contaban con mayor cumplimiento de la dieta obtuvieron mayor espesor en las RDI, en comparación con el resto de los subgrupos. Asimismo, el índice de masa corporal (IMC), el HOMA-IR y la hipertensión no obtuvieron una asociación significativa con los resultados de la RM y no mostraron interacción con el grupo DiMe; su exclusión del modelo tampoco modificó los resultados.

Al considerar exclusivamente las 5 RDI correspondientes al hemisferio izquierdo, el análisis de variables múltiples confirmó los resultados del análisis global. Las variables como sexo, nivel de educación, antecedentes familiares, IMC, HOMA-IR e hipertensión no obtuvieron una asociación significativa con los cambios en los parámetros de RM del hemisferio izquierdo, y su exclusión del modelo no modificó los resultados. La interacción entre el grupo DiMe y el grupo APOE siguió siendo significativa.

En cuanto al hemisferio derecho, el análisis de variables múltiples de las 5 RDI no mostró un efecto significativo por parte del grupo DiMe sobre los parámetros de la RM. Ninguna de las covariantes, salvo el volumen intracraneal total, obtuvo una relación significativa con los parámetros de la RM.

En cuanto a la relación entre el puntaje de la dieta y los cambios observados en la RM, un puntaje más alto se asoció con mayor espesor en determinadas RDI del hemisferio izquierdo, especialmente la corteza orbitofrontal, la corteza entorrinal y la corteza cingulada posterior.

Por último, un puntaje más elevado de la DiMe se asoció con menor índice cadera/cintura, y obtuvo una leve asociación con un nivel plasmático más bajo de insulina y de triglicéridos. No se hallaron asociaciones significativas entre la dieta y los parámetros neuropsicológicos.

 

Discusión

En el presente trabajo, un menor índice de cumplimiento de la DiMe se asoció con menor espesor cortical (es decir, atrofia) en regiones relacionadas con la EA, en comparación con un mayor cumplimiento. Este efecto se hizo evidente especialmente en áreas del hemisferio izquierdo, y fue más pronunciado en la corteza orbitofrontal, la corteza entorrinal y la corteza cingulada posterior. Los resultados fueron independientes de posibles factores de riesgo para EA de comienzo tardío, como edad, sexo, nivel de educación, genotipo APOE, antecedentes familiares, IMC, insulinorresistencia e hipertensión.

Los resultados de los estudios prospectivos proponen que habría una relación favorable entre la DiMe y una menor probabilidad de padecer deterioro cognitivo y EA. Diversos nutrientes han sido asociados con este efecto, como vitaminas del complejo B, antioxidantes, vitamina D y ácidos grasos poliinsaturados, los cuales tendrían efectos neuroprotectores. En cambio, se sabe que un alto consumo de grasas saturadas tiene un efecto negativo sobre la función cardiovascular. Los resultados del presente trabajo coinciden con los hallazgos epidemiológicos y brindan un posible sustrato fisiopatológico para la información clínica.

Los efectos de la DiMe sobre los biomarcadores de RM resultaron significativos solo en el hemisferio izquierdo, y fueron más pronunciados en la corteza orbitofrontal, la corteza entorrinal y la corteza cingulada posterior. Los estudios previos de RM demostraron que los cambios atróficos en estas regiones vulnerables para la EA, especialmente en el hemisferio izquierdo, se asocian con mayor riesgo de padecer alteraciones de la memoria y demencia. Por lo tanto, la información obtenida sugiere que el proceso patológico de la EA que lleva a la pérdida de neuronas podría ser influenciado por prácticas modificables del estilo de vida, como es el caso de la dieta.

Asimismo, se observó una nueva asociación entre la DiMe y el estado del genotipo APOE: el grupo APOE- con mayor cumplimiento de la dieta obtuvo el mayor espesor en las RDI de todos los subgrupos. El genotipo APOE4 es un conocido factor de riesgo para EA de comienzo tardío. Los resultados sugieren que la dieta podría tener mayor repercusión en las personas con APOE-, dado que aquellas con APOE+ padecerían atrofia cerebral independientemente de la dieta, mientras que las que tienen APOE- tendrían un riesgo más alto de sufrir cambios cerebrales cuando no siguen una dieta saludable.

En los modelos ajustados, la asociación entre la DiMe y los parámetros de RM permaneció sin modificaciones al incluir edad, sexo, nivel de educación, antecedentes familiares, genotipo APOE, IMC, insulinorresistencia e hipertensión como probables factores confundidores. Esto sugiere que la DiMe es un factor protector independiente de los factores de riesgo tradicionales para EA.

La mayoría de los participantes informaron una estabilidad en sus patrones dietarios durante los últimos 2 a 5 años. De hecho, muchos de los pacientes del grupo DiMe+ seguían la dieta desde la niñez. Se sabe que el cumplimiento de este tipo de dieta es notablemente estable a lo largo del tiempo, sobre todo en personas saludables. De todos modos, la naturaleza transversal del estudio impide excluir la posibilidad de que el cumplimiento de la dieta haya sido una elección más reciente para los integrantes de la cohorte analizada. Por lo tanto, se requieren más estudios para confirmar estos hallazgos y para comprobar si los cambios corticales se producen solo con la exposición a largo plazo a ciertos componentes de la DiMe, o si una exposición a corto plazo es insuficiente para preservar la estructura cerebral.

 

Conclusión

Los hallazgos del presente trabajo avalan los resultados de estudios epidemiológicos previos que proponían que la DiMe puede actuar como factor protector contra la EA. En este estudio, un menor cumplimiento de la dieta en personas cognitivamente normales se asoció con un incremento en la atrofia de determinadas regiones cerebrales que son claves para la EA, lo que alienta la realización de futuros estudios para investigar la conducta dietaria como posible estrategia de prevención para esa enfermedad.

Especialidad: Bibliografía - Neurología - Nutrición

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