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Reducción del Riesgo de Errores de Medicación en las Mujeres

  • AUTOR : Grissinger M y Kelly K
  • TITULO ORIGINAL : Reducing the Risk of Medication Errors in Women
  • CITA : Journal of Women’s Health 14(1):61-67, Ene 2005
  • MICRO : La falta de información sobre la medicación que reciben los pacientes o el incumplimiento de los regímenes terapéuticos constituyen preocupaciones frecuentes e importantes. Este artículo aporta recomendaciones para prevenir los errores de medicación en la población femenina.

Introducción

La investigación ha demostrado que los daños producidos por errores de medicación representan la falla de un complejo sistema de atención en salud. Su prevención comienza con el reconocimiento de que dichos errores son multifactoriales y que no constituyen sólo el resultado de los actos u omisiones del personal que forma parte del sistema. Una investigación más a fondo determinará que pueden hallarse involucrados una variedad de factores, tales como una escasa comunicación entre los profesionales de la salud, temas referidos a la educación y la jerarquía laboral, productos de aspecto y nombres similares, y una inadecuada información acerca de la droga.

Con el objetivo de reducir los errores de medicación en las mujeres, los profesionales de la salud deberían concentrarse en los elementos clave que podrían tener el mayor impacto: la información, la comunicación de la información relacionada con la droga y la educación de las pacientes.

Información a las pacientes

La información es fundamental para prevenir los errores de medicación. Como ya se ha demostrado, la falta de datos acerca de las pacientes o de la medicación que reciben contribuye a más de la mitad de los efectos adversos más serios y reversibles. La información esencial necesaria en la atención de las mujeres incluye el antecedente de alergia, la altura, el peso, el diagnóstico (que debe incluir embarazo y lactancia), así como un perfil de medicación actualizado que incluya los fármacos de prescripción, de venta libre y fitoterápicos.

Las pacientes con frecuencia consultan a múltiples profesionales de la salud sin compartir la información relacionada con sus regímenes terapéuticos. En un estudio realizado en una población obstétrica rural, las embarazadas fueron interrogadas acerca de su empleo de medicación. Alrededor del 60% había recibido otra prescripción, diferente de las vitaminas prenatales, por parte de otro facultativo diferente de su obstetra. Además, el estudio demostró que fármacos como el ibuprofeno, que debería ser evitado en el embarazo, fueron utilizados a una tasa inesperadamente alta (14.9%).

Los autores señalaron que las mujeres que toman fármacos por largos períodos (tales como levotiroxina, antihistamínicos o agentes psicotrópicos) pueden no informar al obstetra acerca de su utilización y las prescripciones pueden permanecer ignoradas por aquél durante todo el embarazo en ausencia de una interacción o una reacción adversa a la droga. Otro estudio que evaluó el uso de medicación en una población rural de sexo femenino observó la administración conjunta de numerosas drogas que podían producir interacciones. Los autores recomiendan alentar a las pacientes a mantener una lista de fármacos actualizada que incluya cualquier alergia pertinente e información acerca del diagnóstico, que debería ser compartida con los profesionales, enfermeras y farmacéuticos.

Comunicación de información sobre la droga

Esta incluye el proceso de cómo la orden de una medicación es transmitida de un profesional de la salud a otro. Son varios los obstáculos que conducen a una comunicación ineficaz: la escritura ilegible, las abreviaturas y las denominaciones de dosis peligrosas, las órdenes ambiguas, los problemas relacionados con el fax, las órdenes verbales, y los nombres de drogas parecidos y que suenan en forma similar. Las drogas nuevas en el mercado constituyen un problema particular debido a que los profesionales pueden no estar familiarizados con el nuevo producto al interpretar las prescripciones y las órdenes. Las órdenes comunicadas en forma verbal con frecuencia son malinterpretadas o transcriptas de manera incorrecta. Múltiples drogas han sido confundidas debido a una similitud en sus nombres o en su aspecto. En muchos casos se han producido serios daños debido a errores de interpretación en las órdenes verbales efectuadas por vía telefónica. Para disminuir estos inconvenientes, los profesionales de la salud deberían evitarlas. El empleo de transcripción electrónica así como el uso de fax entre áreas del hospital, consultorios, farmacias y unidades de enfermería podría ser de utilidad. En aquellos casos en los que la comunicación verbal sea inevitable, la adhesión estricta a los siguientes procedimientos puede disminuir al mínimo los errores: a) las órdenes verbales sólo deberían ser recibidas por personal autorizado; b) la orden debería ser transcripta y luego releída, repitiendo con exactitud lo que ha sido ordenado; en algunos casos se debe deletrear el nombre de la droga para su verificación y la potencia mediante una técnica dígito por dígito para la dosis; c) la orden verbal debería ser registrada directamente en una hoja de órdenes en la historia clínica del paciente o en un recetario cuando sea posible; la transcripción desde un borrador a la historia clínica o a la receta introduce otra oportunidad de error; se deberá obtener el número telefónico en caso de que sea necesario realizar preguntas; d) el agente prescrito debe estar acorde con la situación clínica del paciente.

Para prevenir los errores por similitud en el aspecto y en el nombre, quienes prescriben deben ser alentados a comunicar en forma completa las indicaciones, vía de administración, y propósito de su utilización. Todos estos elementos pueden ser útiles para identificar la droga. Aun si dicha información no se encuentra en las órdenes, al conocer la indicación de la droga así como los problemas de la paciente, los profesionales de la salud experimentados pueden estimar si la medicación prescrita tiene sentido en el contexto en el que se escribe la orden.

Algunas compañías farmacéuticas seleccionan diferentes nombres para productos que contienen el mismo ingrediente activo, pero que están aprobados para diferentes indicaciones. Esto aumenta la posibilidad de tratamientos por duplicado y triplicado. Para prevenir estos errores es esencial conocer los antecedentes acerca de las drogas. Los autores recomiendan alertar a las pacientes acerca de este problema y enseñarles los nombres genéricos y comerciales cuando sea necesario. Debería instruírselas además, para que adquieran sus medicamentos en la misma farmacia si es posible.

Educación de la paciente

Con frecuencia la paciente es la última en el proceso de uso del medicamento, y la interfaz profesional de la salud-paciente puede desempeñar un papel importante en la detección de los errores de medicación antes de que ocurran. Existen tres factores que a menudo determinan el resultado de los esfuerzos por prevenir los errores: la educación directa, la educación respecto del cuidado de la salud y el cumplimiento de la paciente. Un estudio de 1999 que incluyó a las farmacias de ocho estados reveló que el 87% de las pacientes recibían información escrita con sus prescripciones. Sin embargo, sólo el 35% de los profesionales hacía alguna referencia a ésta, y sólo el 8% realmente la revisaba con la paciente. Además, los facultativos deberían asesorarla para que regrese al consultorio para la administración de las drogas inyectables; y las instrucciones de la etiqueta deberían reiterar este consejo. En aquellas situaciones en que se supone que las pacientes deben autoinyectarse, los profesionales deben asegurarse de haberlas entrenado adecuadamente.

El nivel de educación de la paciente incluye tanto el general como el relacionado con el cuidado de la salud. Muchas personas tienen dificultades para comprender su enfermedad, su adecuado manejo y su función en el mantenimiento de su salud. Ya sea limitado por el conocimiento, por factores socioeconómicos, el estado clínico o emocional, o el medio cultural, su nivel de alfabetización sanitaria -la capacidad de leer, comprender y actuar con respecto a la información relacionada con el cuidado de la salud- con frecuencia es mucho más bajo de lo que los profesionales pueden apreciar. Esto no constituye un problema exclusivamente relacionado con los ancianos, los analfabetos o ciertas clases socioeconómicas. De acuerdo con un estudio, más del 40% de los pacientes que padecen enfermedades crónicas son funcionalmente analfabetos y casi una cuarta parte de los adultos norteamericanos lee en un nivel inferior al de quinto grado; en tanto que las indicaciones médicas suelen estar escritas a un nivel de lectura de décimo grado o superior.

Otro aspecto que también contribuye al problema es el hecho de que tres cuartas partes de los pacientes descartan las indicaciones escritas sin haberlas leído y sólo la mitad de ellos toman la medicación se les indica. Una razón para esta falta de comprensión puede ser que las personas que tienen dificultades para leer o comprender la información relacionada con la salud se sienten demasiado avergonzadas como para reconocerlo. Se niegan a hacer preguntas y con frecuencia simulan comprender las instrucciones.

El último factor relacionado con la paciente, que contribuye a los errores de medicación, es el incumplimiento. Este puede manifestarse de varias maneras, como no adquiriendo la medicación ya prescrita, omitiendo dosis, tomando dosis incorrectas, interrumpiéndola sin conocimiento del profesional, tomando el medicamento en horarios inadecuados, utilizando medicación perteneciente a otra persona o por incapacidad económica para adquirir los fármacos. Los pacientes que se encuentran en riesgo de no cumplir con el tratamiento son aquellos que reciben más de una droga, los que padecen una enfermedad crónica y que reciben regímenes de drogas complejos que pueden causar efectos colaterales molestos, los que toman una medicación varias veces al día, y los que padecen una enfermedad que no produce síntomas evidentes o deterioro físico, como la hipertensión o la diabetes. Además, el paciente anciano presenta un mayor riesgo debido a múltiples factores, como la disminución de la agudeza mental y mayor confusión, falta de apoyo familiar, disminución de la coordinación y destreza, y el deterioro de la visión. Los profesionales deben considerar estos factores para el desarrollo de herramientas o metodologías para la educación de los pacientes.

Un estudio encontró una diferencia del 76% entre las medicaciones que los pacientes realmente estaban tomando y las prescripciones registradas en sus historias clínicas. Otro estudio acerca del cumplimiento de la medicación en mujeres infectadas con HIV demostró que al recordar los tres días previos, el 67% refirió haber tomado todas las drogas prescritas, mientras que el 11% tomó menos de la mitad. Las razones informadas por las pacientes que omitieron dosis incluyeron olvido, el encontrarse fuera de su casa, estar ocupadas o dormidas; la falta de medicación; el querer evitar los efectos colaterales; y el sentirse lo suficientemente bien como para no «necesitarla».

Los profesionales de la salud pueden desempeñar un papel importante en la prevención de los errores de medicación a través de la educación de las pacientes. Entre los factores importantes se incluyen: 1) Individualizar la atención de la paciente, además del manejo de la medicación. Considerar la edad, la cultura, el sexo, las actitudes y la situación personal. 2) Proveer material escrito a un nivel de lectura de quinto grado o menor. Utilizar dibujos, diagramas o videos para facilitar la explicación de los conceptos. 3) Involucrar a las pacientes en la producción de material educativo. Una vez que hayan comprendido la información, preguntarles cómo se la explicarían a otras personas. 4) Aportarles material escrito para reforzar el asesoramiento oral, no como un sustituto de éste. 5) Establecer un diálogo con las pacientes e involucrarlas como partícipes en el proceso de utilización de la medicación. Brindar pequeñas cantidades de información por vez. Solicitarles que demuestren cómo tomarían la droga, para poder detectar los problemas.

Algunas recomendaciones deberían ser incorporadas al material educativo de las pacientes, como por ejemplo, mantener una lista actualizada de sus medicamentos, que incluya el nombre, la dosis, y la frecuencia de utilización, los nombres de todas las drogas de venta libre, vitaminas, productos fitoterápicos y suplementos dietarios; alergias conocidas a fármacos y alimentos; las drogas que solía tomar y la razón por la que fueron interrumpidas.

Los autores concluyen que los profesionales de la salud deberían desempeñar un papel más activo en la reducción de los errores de medicación mediante el trabajo conjunto, con el objetivo de mejorar la seguridad y mediante el estímulo de las pacientes para que participen activamente en su propio cuidado.

 

Especialidad: Bibliografía - Clínica Médica - Farmacología

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